Wednesday, November 14, 2007

Anti-dario: momento cuatro


Cuando las cosas pasan inesperadamente oportunas

Quizá pase hoy lo inesperado, pero como espero, la cosa se anula y pierde toda validez se entiende, entonces que aquí nada vale es rotundamente normal, y es que no hay palabras en él, solo los ojos amarillos detrás de los cristales, el oro desparramado por todo el cuerpo y unas manos grotescamente empañadas en rojo sobre la piel blanca; detestable. ¿Por qué habría de perseguir unas cuantas silabas como deshebradas y trasparentes? Habría que renunciar.

La ruptura, la inminente castidad de diálogos se presentaría ¿Quién la comprenderá cómo tal? Si algún momento se volviera cómplice con la soledad y prestara para él una salida vertiginosa de la palabra y diálogos como camuflajes que el pensamiento impone en sus ideas, pasaría lo inesperado.

Ella no comprende, en realidad comprende pero se revela, rompe toda seguridad y se entrega a la casualidad, al quizá algún momento, al tal vez ese instante de cualquier mundo, supone que se saciara toda expectativa o desaparecerá, lo que es igual en resumen o consecuencia, pero la palabra está es inconsciente de su rigidez, habría que suprimirla. La espera es como un camino torcido vertiginoso y hostil; más, es la conciencia de que toda marcha lleva a un lugar, o un sitio la que permanece en ella. ¿Y si uno esta perdido, y todo camino vale por el camino en sí y entonces da vueltas y vueltas en el mismo? Se pregunta con cierta reticencia estas cosas al final y empapado todo pensamiento con las ciertas ideas de ciertos poetas; ¿Si las cosas pasan como si no pasaran, que autoridad les otorga el hecho de que pasen? Piensa en renunciar.

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