Te escribo como quien renuncia a mitad del camino,
como quien descubre un ritmo en cada lamento,
porque mis llantos son cíclicos, cínicos, intrínsecos.
Soy la misma, soy un infinito después de y todo,
es aterrador ser tan rotunda, lo sé,
pero de vez en vez asumo ciertas responsabilidades. Basta.