Todos nosotros no nos dimos cuenta, todo estaba tan callado, él se acerco de pronto y nos pidió un cigarro, tienen lumbre dijo, Lucy le extendió el encendedor y el extraño rozó su mano para luego apartarla instantáneamente mientras el naranja neon del extremo del cigarrillo se dejaba notar de forma estridente entre la noche y las luces tenues del café.
A lo mejor y todos nosotros nos dimos cuenta, de algo que no comprendimos pero supimos ver, pues entonces, comprendimos del silencio en el que extraño nos había hecho caer, Mario me miro, e hizo un gesto que yo traduje como un -y este guey que se trae- lo que yo conteste alzando los hombros de forma aligerada.
Para ese entonces y esto tardamos más de lo debido en darnos cuenta, Lucy había entablado una conversación con el extraño, no una conversación lo que se puede llamar conversación, sino más bien una charla casual que se sitúa más del lado de la cortesía o el aburrimiento, que del sentido común, pues el extraño parecía un pelele de un carácter de los mil diablos, cosa que seguro Lucy encontró atractiva pero que a los demás no nos venia en gracia.
Ansiosos o quizá ingenuos lo invitamos a nuestra mesa, el pidió una soda (mala señal) de no sé qué y se volvió un poco a Lucy, como un perro que de una forma seca y limpia marcara su territorio; para ese entonces comprendí que Mario me miraba y que ahora la transcripción literal de su mirada era un insulto magistral hacia el perro que resultaba ser el extraño y su forma cortés de adueñarse de la conversación de Lucy.
Sin que todos nos diéramos cuenta, desde lo lejos, Susana dibujaba una sonrisa sobre el papel y sobre su rostro en ese preciso momento, al parecer la cosa le venia muy en gracia, al contrario que a mi, pues la cosa, pensé iba para mal. Una ramaleada de nicotina me golpeo de lleno, ¿era mi propio humo? Sí, lo había olvidado, quizá no lo suficiente ni demasiado pero ciertamente lo había olvidado por completo y por pedazos si en sí eso se puede, (y la cosa la creo, es posible pues me pasaba muy a menudo), de golpe había recordado eso de Lucy que no me había dejado pero que poseía desde el pasado, y ya por tanto tiempo en cautiverio que no podía pasar la ocasión para dejarse de nuevo notar; cómo el extraño yo también era un pelele de un carácter de los mil diablos.
Todos entonces nos dimos cuenta, sin excesiva complicación, que la cosa no llegaría a buen termino pues de una forma alarmante la tensión en la mesa se acrecentó en pocos segundos, y los implicados nos pusimos a recapacitar en la cuestión mientras Lucy, con cara de sencillez nos miro desde el lado que le pertenecía ahora a ella y al extraño y se levanto enseguida cómo si algo le hubiera picado, y ese algo fuera un pendiente del cual se había acordado en ese instante y dijo algo que todos comprendimos como un nos vemos, y se llevo al extraño consigo; para entonces Mario, me miro con un gesto que traduje al instante en -que chingados paso guey-, y cómo por inercia o ese juego del teléfono pase a comunicarle de la misma manera a Susana el mensaje de Mario, que a su vez veía a Susana, y que está a su vez en el instante preciso en el que vio a Mario, soltó una carcajada descomunal que se desplomo como si pesara mil kilos, y todos nos quedamos viéndonos como idiotas, con las tazas de café llenas, junto la abundante propina que Lucy dejó, y un puñado de cigarros sueltos, pero eso sí, como un montón de imbéciles.